Por el Dr. Petrus Raulino
¿Qué es el trastorno bipolar?
El trastorno afectivo bipolar (TAA) es una enfermedad psiquiátrica caracterizada por al menos dos episodios del estado de ánimo (depresión o manía) a lo largo de la vida, de los cuales al menos uno debe ser maníaco.
Manía es un término teórico cuyo significado a menudo se malinterpreta. En el contexto de los trastornos del estado de ánimo, la manía es el episodio con características opuestas a la depresión.
Date prisa tiene la connotación de caída, descenso, inhibición; por el contrario, la manía denota elevación, expansión, desinhibición.
La manía se caracteriza por un estado de ánimo eufórico, alta autoestima y confianza en uno mismo, irritabilidad, impaciencia y gasto incontrolado de dinero, mientras que la depresión consiste en un estado de ánimo deprimido, apatía, pérdida de interés por actividades antes placenteras, cambios en el sueño y el apetito, cansancio, culpabilidad excesiva e ideación suicida.
La manifestación de la PAN es heterogénea, es decir, existe una gran variación entre individuos. Una persona puede tener periodos asintomáticos entre episodios, y las crisis pueden variar en intensidad, frecuencia y duración.
Con un tratamiento adecuado, el objetivo es eliminar los síntomas para lograr la estabilidad deseada. Es perfectamente posible llevar una vida normal a pesar de padecer la enfermedad.
El apoyo médico psiquiátrico es importante para la seguridad del tratamiento y la calidad de vida de una persona con trastorno bipolar. La psicoterapia también forma parte de los protocolos de tratamiento. Cuídese. Valórate.
Trastorno bipolar y apoyo familiar
El comportamiento y los cambios de humor de los pacientes bipolares no sólo tienen un gran impacto social en sus vidas, sino también en las de sus familias.
Por eso son esenciales un seguimiento médico regular, la asistencia a psicoterapia y el apoyo de familiares y amigos.
El apoyo familiar ocupa un lugar destacado entre los factores que aumentan las posibilidades de éxito del tratamiento.
Mostrar apoyo
La acogida y la disponibilidad son muy importantes, ya que muchos pacientes son reacios a buscar ayuda, a menudo por miedo al impacto del diagnóstico en su familia y amigos.
Reconocer las señales de alarma
Observar si hay situaciones o desencadenantes específicos que parezcan predictores de una crisis y, si es posible, ayudar a evitarlos, ya que reconocerlos facilita la gestión del tratamiento y evita un mayor desequilibrio. Algunos ejemplos: cambios de rutina, estrés, alteraciones del sueño o consumo de alcohol.
Comuníquese abiertamente
Escuche atentamente e intente no juzgar ni criticar el comportamiento del paciente.
Ayudar a verbalizar los sentimientos facilita la regulación emocional, mejora el afrontamiento, genera confianza y conduce a la cooperación en el tratamiento.
Discutir las estrategias de afrontamiento
Aprovecha los periodos de ánimo estable para hablar de estrategias para controlar la enfermedad. Ayuda a prevenir riesgos.
Reaccionar con calma y racionalmente
En momentos de crisis, los pacientes tienden a mostrar un comportamiento más agresivo y hostil.
Intenta mantener la calma en tu comunicación y tus acciones. Evita entrar en discusiones o situaciones conflictivas.
Fomentar el compromiso y la adherencia al tratamiento
Dado que el trastorno bipolar es para toda la vida, es esencial realizar un seguimiento con un profesional cualificado, que determinará las pautas del tratamiento.
Referencias
1. Organización Mundial de la Salud (1994). CIE-10: Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades. Edusp.
2. Asociación Americana de Psiquiatría (2014). DSM-5: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Artmed Editora.